Su principal característica fue la concesión de feudos o territorios que el monarca otorgaba a los vasallos que se hubieran destacado en la guerra o en otra forma de servicio. Pero esta donación no obedecía solamente a la generosidad de los soberanos, sino que constituía una manera de asegurar la defensa y la unión del reino. Su entrega se suscribía durante la realización de un acto de gran solemnidad que se dividía en tres etapas: homenaje, juramento de fidelidad e investidura.
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